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Los ojos humanos, al ser órganos con estructuras y funciones tan complejas e importantes son bastante vulnerables a sufrir todo tipo de padecimientos o enfermedades, pues se trata de una de las zonas más delicadas del cuerpo.
Uno de los padecimientos que pueden desarrollarse en estos órganos como en cualquier otra parte del cuerpo es el cáncer y con ello, los tumores oculares.
Como sabemos, esta enfermedad es una de las primeras causas de muerte a nivel mundial y lamentablemente bastante común, la cual puede aparecer en cualquier persona con o sin historial familiar.
Los tumores oculares pueden afectar a cualquier región del tejido del ojo, ya sea que se traten de tumores benignos o no. Para confirmar esto, se debe realizar una biopsia.
Todos los tumores oculares deben ser revisados y tratados por oftalmólogos especialistas para que no comprometan la integridad del ojo, la visión y la salud general o la vida del paciente.
Se denomina como tumor ocular a todos aquellos padecimientos que afectan a los párpados, al ojo y la órbita,los cuales aparecen como forma de lesiones, bultos o anomalías en los tejidos del ojo.
Este tipo de lesiones pueden ser benignas o malignas. En la mayoría de los casos son benignas, pero los tumores pueden aumentar de tamaño con el paso del tiempo y producir problemas oculares debido a la compresión de otras estructuras del área.
Al ser internos, a menudo pasan desapercibidos inicialmente y son asintomáticos. Algunas señales de alerta que pueden asociarse a un tumor intraocular son:
Por eso, los tumores intraoculares son diagnosticados con frecuencia durante un examen oftalmológico de rutina.
Gran mayoría de los tumores son congénitos, como el 50% de los retinoblastomas, que se transmiten de una generación a otra y afectan a 1 de cada 15.000 recién nacidos. Otros, como los melanomas intraoculares, no tienen factores de riesgo específicos. Algunos pueden venir asociados a un síndrome o bien pueden ser secundarios.
Para el caso del melanoma ocular, no se conocen con exactitud cuáles son las causas, pero diversos estudios han logrado identificar una serie de posibles factores de riesgo:
Los tumores del ojo pueden producirse sobre cualquier tejido, pero el más frecuente, en el adulto, es el melanoma de coroides, un tumor maligno que puede tratarse mediante radioterapia y otros tratamientos con notable éxito. Otros tejidos en los que también pueden aparecer tumores malignos son la conjuntiva, la glándula lagrimal, o la órbita, entre otros.
También existen tumores benignos, que normalmente se resecan con facilidad. En el niño, hay un tumor especialmente conocido de la retina, llamado retinoblastoma, que da una apariencia de la pupila blanca y que tiene que tratarse lo antes posible porque puede llevar a la muerte del niño, si no se realiza un tratamiento apropiado.
Dada su delicada localización es necesario un diagnóstico y tratamiento precoces. El tiempo puede ser crucial para salvar la visión, el ojo, e incluso al propio paciente en los casos más graves.
Un examen oftalmológico con un oftalmoscopio puede revelar una tumoración (tumor) oval o redonda simple en el ojo. Los exámenes que se pueden ordenar incluyen:
El tratamiento para los tumores oculares dependerá de su tipo, ubicación y tamaño. En aquellos casos en que son malignos, generalmente requieren ser extirpados mediante cirugía de microincisión, que puede reforzarse con quimioterapia o radioterapia local en coordinación con un oncólogo, logrando un elevado índice de éxito.
Para los melanomas de coroides la terapia de elección suele ser la braquiterapia, que consiste en una placa radioactiva de rutenio o yodo situada durante unos días en la zona tumoral. Al ser local, evita la radiación externa y reduce posibles efectos secundarios, por lo que es una opción mínimamente invasiva.
Asimismo, los hemangiomas coroideos suelen tratarse con terapia fotodinámica y los retinoblastomas con una combinación de quimioterapia con láser y crioterapia.
Los tumores benignos generalmente se tratan con revisiones periódicas y pruebas de imagen de forma rutinaria, salvo que produzcan pérdida de visión u otros problemas que comprometan al globo ocular, en cuyo caso el tratamiento sería la extirpación quirúrgica de los mismos.
Por su parte, los tumores malignos son necesarios de extirparse completamente.
Se trata de un procedimiento delicado y se realiza a través de pequeñas incisiones en la piel del párpado (en los pliegues naturales del párpado) o a través de la conjuntiva. Solo en muy pocas ocasiones el tratamiento conlleva a la pérdida del globo ocular y de todas las estructuras de la órbita (exenteración orbitaria).
Las causas de los tumores oculares son muy variables y no pocos son de origen desconocido. Algunos, como el retinoblastoma en los niños, tienen un importante componente genético, mientras que otros están asociados a tumores primarios o síndromes en los que el cáncer ocular es uno más de los problemas que sufre el paciente.
Entre los factores de riesgo prevenibles, destaca la exposición solar sin protección, que aumenta el riesgo de sufrir tumores palpebrales sobre todo a partir de los 40 años.
No, los tumores oculares, como todo tipo de cáncer, no se pueden prevenir lamentablemente, por lo que es importante un diagnóstico rápido. Es por eso que resulta aconsejable hacerse cada año una exploración rutinaria ocular a partir de los 50 años, edad en la que es más común que empiecen a aparecer los tumores o el cáncer de ojo.